
Suele decirse que los contextos de crisis son ideales para encontrar oportunidades. Y es muy posible que haber quedado eliminado tan rápido de la Copa Libertadores y tampoco jugar la Sudamericana, con la frustración y sensación de vacío que ello implica, tal vez le permita a Boca, a Gago, a los jugadores e incluso al Consejo de Fútbol y a Juan Román Riquelme, afrontar un año sereno. En el sentido de no convivir con la histeria, de la obsesión de que lo único importante sea ganar la Copa, de ver cómo impacta anímicamente un resultado adverso en una etapa de grupos que este año no tendrá una clasificación en la Sudamericana, o un repechaje, como pasó el año pasado, que generaron todo el tiempo tensión, nervios y obviamente desestabilización. No solamente con el cuerpo técnico, sino también con los cuestionamientos que suelen aparecer hacia la dirigencia y el plantel.
Es cierto, Boca tiene otra presión ahora, que quizás se pueda afrontar de manera más calma. El objetivo consistirá en adueñarse del ámbito local. Teniendo a los equipos más fuertes de la Argentina en competencias internacionales, el Xeneize tiene todo para hacerse fuerte dentro de los límites de la Argentina.